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Por Carlos José Bernal Castro

“Hermosísimas son todavía las selvas por las cuales se eleva la carretera hasta el Abejonal. Se forman casi exclusivamente de robles (Quercus sp) Y si no fuera por la orquídeas y bromeliáceas pifitas que adornan los troncos, se creería uno transportado por alguna mágica intervención a los robledales de Argelia o del mediodía de Francia. La ilusión se aumenta por la frecuencia del aire, como también por la presencia de ardillas y varias especies de pájaros que demuestran muchas afinidades con los correspondientes representantes de la fauna de la zona templada” (H. Pittier,1891)

                                                                                                                                      Tras siglos de temor europeo a las montañas, durante el XIX se vivió una fascinación por escalar cimas y conocer los secretos que estas escondían. La llamada “Época de oro del alpinismo” provocó que los exploradores se fijaran posteriormente en sitios que para ellos resultaban exóticos como el Himalaya, los Andes y el Cáucaso.

En los intentos por subir estas montañas murieron muchas personas, entre ellas Alexander Wettstein, un geólogo que tras un accidente en la nieve de los Alpes desapareció en 1887. Wettsetein había sido contactado por el gobierno de Costa Rica para venir a modernizar el conocimiento geográfico del país. Tras su muerte, el lugar fue ocupado por el también suizo, Henri Pittier, a quien se le deben algunas de las mejores crónicas sobre el paisaje y biodiversidad de la Zona de los Santos durante la década de 1890. 

En este período, casi todo el mundo estaba siendo explorado e investigado con ojos científicos. De paso, también destruido. Se clasificaban plantas  y animales al mismo tiempo que se talaban árboles y cazaban presas para museos y trofeos. Muchos lugares que permanecían “ocultos” o desconocidos para el naturalismo europeo comenzaban a ser tomados en cuenta y considerados como parte del “mundo”. La tarea que llevó a cabo A. von Humboldt de recorrer todo América, por las dimensiones del proyecto, quedó inconclusa, seguidores de su pensamiento, continuaron la labor en regiones tropicales y  en ese momento  poco conocidas como Costa Rica.

Era de interés nacional, la conexión de la frontera con la Gran Colombia y el Valle Central. Ante esto,  parte de los objetivos encargados a los naturalistas suizos, fue la elaboración de mapas y rutas que conectaran la frontera sur (Panamá pertenecía aún a Colombia) y San José. Henri Pittier la denominó “Terra incógnita” Tierra desconocida. Tierras como Dota, a las que Pittier describió como la “región de los robles” (cedrela) y en donde aún eran abundantes los jaguares. 

Sobre Dota, también documentaron la presencia de pasado indígenas, en especial a través de objetos de barro, entierros y piedras labradas con petroglifos. Describen el valle como un sistema agrícola que combinaba el café, con el cultivo de   cebada, maíz, aguacate, anona, caña, frijoles, plátano, garbanzo, lechuga y plantas medicinales.  Pittier describe que tras una madrugada fría en enero de 1891,  la temperatura bajó a 1 grado centígrado y  la escarcha provocó daños en el almácigo de café. 

Los naturalistas suizos exploraron las rutas que conectaban a la Zona de los Santos con el Sur del país y dejaron registro de estas. Por ejemplo, los esqueletos de caballos en el Camino de Pedro Calderón (Ruta por las montañas del Cerro de La Muerte) y el camino por el Pito que daba  al Pacífico, el cual a pesar de reconocer como peligroso ante las crecidas de los ríos, recomendaron como mejor. Respecto a la ruta del páramo: “El camino propiamente dicho se acaba en el Copey. De aquí en adelante seguimos por veredas mal trazadas, subiendo casi sin vueltas por faldas muy inclinadas, en medio de raiceros peligros para los animales, y no sin dificultades para nosotros, por acostumbrados que estemos a los ásperos senderos de los Alpes”

Llama la atención, que Pittier considerara desde ese entonces a las montañas de los Santos como el último ecosistema de páramo ubicado al norte del continente y que comparara su vegetación con la de los Andes Meridionales. También consideró a las zonas altas de Tarrazú, como las serranías más abundantes de zarzamoras en Costa Rica. “Arándanos…las hay negras y coloradas, dulces, ácidas, agridulces y de todo tamaño”

Estos naturalistas, ya realizaban sus observaciones y trabajos bajo el concepto de “Ecología” el cuál había sido elaborado por el alemán Ernst Haeckel en 1869 y se definía como el estudio de la relación entre los seres vivos. Por esta razón, los naturalistas que recorrieron lo que hoy denominamos como Zona de los Santos denunciaron que ya para ese entonces se vivía una situación de incendios forestales y deforestación desmedida. Ante esto, el experto suizo en botánica Adolphe Tounduz se refirió así sobre el Abejonal y cerro de La Cruz: 

“Fundado el lugar recientemente en medio de la región selvática, progresa rápidamente y por consiguiente van cediendo sus grandes florestas. Se comprende que en todas partes donde se desarrolla la población, desaparezcan las selvas no muy escabrosas para dar lugar a los prados de repasto y a las tierras de labor. ¿Pero qué calificativo ha de darse a los energúmenos que han quemado las breñas de las cimas del Abejonal y del Cerro de la Trinidad? ¿Habrían aprovechado tan vandálico procedimiento a la agricultura y a la belleza del paisaje o mejorado la apariencia del lugar?”

La forma ecológica de ver el territorio por parte de los naturalistas suizos, hizo que desde entonces propusieran legislación que regulara la deforestación y protegiera la biodiversidad. Más de cien años después de sus observaciones, la problemática sigue presente.  En la actualidad, las montañas de la Zona de los Santos continúa siendo un punto de disputa y conflicto. Desprotegidas y amenazadas por el extractivismo son motivo de presión por deforestación. A pesar de ser  puntos clave para la conservación del agua, son de interés para proyectos que van en contra de ideas como el desarrollo sostenible y que lejos de conservar la naturaleza que desde 1891 se denunció como amenazada, vendrían a empeorar su condición.

 Puede ser una imagen de mapa y al aire libre

Subcuenca hidrográfica del Abejonal, cerró que abastece de agua a comunidades de la zona de Los Santos

Referencias sobre el tema.

Luko Hilje Quirós Trópico agreste: la huella de los naturalistas alemanes en la Costa Rica del siglo XIX Editorial Tec 2013

Robert Macfarlane. Las montañas de la mente: Historia de una fascinación. Random 2020

Henri Pittier. Exploraciones y estudios geográficos de la República de Costa Rica realizados por Henri Pittier 1888-1905. EUNED 2015

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