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El avistamiento reciente de un águila Harpía en el sector de Boca Tapada de San Carlos, Costa Rica, generó revuelo y admiración en redes sociales, tratándose de un ave que, según la asociación Ornitológica de Costa Rica, fue avistada por última vez en 2017, y previamente sólo en 2009, año en que se le consideraba extinta en el país. 

La relación de este avistamiento y el tema que se desglosa a continuación deviene en el estrecho y delicado equilibrio entre los bosques que requiere el águila más grande de  América para sobrevivir, y los datos que evidencian la intromisión de monocultivos piñeros en áreas de conservación precisamente de la zona norte de Costa Rica, sitio donde fue avistada el ave en 2022. La relación entre economía, monocultivos y bosques es el tema principal de este artículo, donde además, se abordan los retos que que enfrenta el país en materia de desarrollo y sostenibilidad, así como las encrucijadas existentes entre un modelo de producción como las plantaciones de monocultivos y la opinión pública amante de la fauna silvestre en un país ¿consecuente con sus acciones?

Para 2021,según datos suministrados por el programa de Monitoreo del Cambio de Uso y Cobertura del Suelo en los Paisajes Productivos (MOCUPP) junto con una investigación realizada por el proyecto periodístico Mongabay,  un total de 1659 hectáreas de cultivos de piña fueron detectados dentro de cuatro áreas protegidas de la región norte de Costa Rica. La investigación afirma además que la Secretaría Técnica Ambiental de Costa Rica, (SETENA), solo tiene registradas 358,5 hectáreas, es decir un 74% carecen de autorización de la entidad, según este mismo informe.

 El uso de pesticidas que requieren estos cultivos va de la mano con las posibles afectaciones a la fauna, como es el caso de las extrañas decoloraciones en el pelaje de monos congos, en la región norte y atlántica de Costa Rica. Desde el 2013 se empezarona detectar anomalías  en estos primates que suelen mostrar pelaje negro, pero debido a un fenomeno llamado feomelanismo, su apariencia se tornaba de color amarillento en distintas partes del cuerpo, hecho que llamó la atención de investigadores como Ismael Galván, quien sugiere en su estudio A recent shift in the pigmentation phenotype of a wild neotropical primate, que dicha decoloración puede estar relacionada al uso de plaguicidas en áreas extensas de cultivo próximas al habitat de estos monos. 

Declaraciones de Gustavo Gutierrez Espeleta, biólogo de la Universidad de Costa Rica, denotan los riesgos que estos pesticidas, en caso de ser los causantes definitivos de los cambios de color en los monos, podrían generar también en humanos que coexistan con estas plantaciones:

“…Yo estoy pensando en los seres humanos. Si hay evidencias de estos cambios en monos,imagínese lo que podría estar ocurriendo con los seres humanos que viven alrededor de esas fincas o trabajan en ellas y están en contacto directo con esas sustancias…” mencionó Gutierrez en declaraciones brindadas al espacio suplemento C+T de la Universidad de Costa Rica. 

Fotografía de un mono con feomelanismo. Fotografía tomada de Suplemento C+T, cortesía de Gustavo Gutierrez.

 Si bien este caso aún se mantiene en investigación y se plantea sólo como hipótesis, el hecho causó revuelo en la opinión pública y la prensa nacional y puso sobre la mesa el tema del uso de estas sustancias en el país que más pesticidas consume por área de cultivo, tal y como informó el Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) en el último lustro.

Pilares económicos

Las piñeras generan 28 000 empleos directos en la zona norte, según datos de la Cámara Nacional de Exportadores de Piña (CANAPEP), quienes además muestran que durante el 2021, se exportaron 2 516 609 toneladas de esta fruta, generando 1323 millones de dólares durante ese año para la economía nacional. Son más de 30 países los que compran la piña producida en Costa Rica y tres regiones costarricenses (Norte, Atlántica y Pacífica) las que se ven influenciadas y beneficiadas por este cultivo a nivel laboral y económico.

Y es que la presencia de cultivos de piña en áreas de conservación en la región norte, muestra paralelismos con las plantaciones cafetaleras dentro de la Reserva Forestal Los Santos (RFLS) en el cantón de Dota, Costa Rica. Desde 2018, el Tribunal Ambiental Administrativo ha ordenado desarraigar 5 hectáreas de cultivos de café en la zona de Naranjo de Dota, dentro de la RFLS, sin embargo a la fecha de hoy, tal desarraigo no se ha efectuado. Lo que sí se lleva a cabo es la creciente siembra impune de plantaciones de café en un bosque declarado área de conservación desde 1974, pero que al 2022, carece de un plan de manejo, mismo que deben poseer todas las áreas de conservación del país, para evitar este tipo de delitos. La RFLS, resguarda importantes ríos como el río Naranjo, el cual incluso cuenta con una ley exclusivamente para su protección, ley 9683 para la Promoción del Desarrollo Sostenible en la cuenca del río Naranjo.

El café tuvo un aumento en las exportaciones de un 10% para mayo de 2022 y para el periodo de 2020-2021 generó al país USD 322 158 299 en concepto de exportaciones representando un 2,3 del total de exportaciones del país y un 9,7 en cuanto a exportaciones del sector agropecuario. Así lo refleja el Informe sobre actividad Cafetalera en Costa Rica 2021, emitido por el Instituto Costarricense del Café (Icafe). En el cantón de Dota para ese mismo periodo se produjeron 72 959 fanegas de café, constituyendo esta una de las principales actividades económicas del cantón y de la región de Los Santos, según Icafe. 

Imagen del avance de plantaciones de café en la Reserva Forestal Los Santos. Fotografía cortesía del Movimiento Ambiental Quercus, quien ha emprendido acciones legales en la defensa de estos bosques

El café es el principal monocultivo de esta área y el cual históricamente se ha sembrado para la producción económica. Otro monocultivo de importancia nacional e internacional que también se ve envuelto en el dilema de su huella ambiental y su impacto económico. 

Encrucijadas

El contraste de datos entre el valor que ocupa esta fruta dentro de la economía nacional vrs las denuncias existentes por parte de vecinos de estas plantaciones, colectivos ambientalistas y entidades responsables de velar por el medio ambiente para la seguridad de las áreas protegidas del país, coloca a Costa Rica en una encrucijada de la cuál no se conoce fecha de caducidad. Más allá del debate económico/ambiental que este tema pueda generar, se pone también en la mesa el factor social de hacia dónde camina el desarrollo y la sostenibilidad de un país y a que precio. 

Para la socióloga costarricense Silvia Arce,las áreas de conservación deberían ocupar un papel más preponderante en el imaginario colectivo: “…es muy importante poder caracterizar estos dos escenarios, el primero con el desarrollo de los monocultivos que si bien representan una fuente económica para muchas familias, las condiciones laborales son deplorables… también es importante caracterizar todo lo que pasa a nivel de áreas de protección, son necesarias a nivel de mantener la flora y fauna del país, en términos ambientales y de ecosistemas, sin embargo también existen muchas leyes de protección y mecanismos que convierten las áreas protegidas en áreas inaccesibles que no pueden tener ningún uso por parte de las comunidades. Entonces dentro del imaginario colectivo solemos ver los parques nacionales, las áreas protegidas, como una realidad completamente aparte del entorno en el que vivimos…” 

Arce agregó que el cambio climático es un elemento a considerar a la hora de hablar de modelos de producción en el país:

“…creo que el escenario con la expansión de los monocultivos es muy complicado pues está atravesado por muchas situaciones principalmente de poder y de capital social y económico. Es urgente establecer mecanismos de protección, gestión y manejo de recursos naturales, principalmente teniendo en cuenta la ubicación que tenemos como país, en esta franja donde estamos propensos a amenazas ambientales, y que con todo lo que ha avanzado el cambio climático y las circunstancias que ya tenemos y que crecerán en el futuro, si es urgente replantearse desde múltiples espacios, para poder pensar en nuevos o distintos mecanismos para poder subsistir en estos entornos de manera amigable” concluyó la socióloga.

Para el economista Paulino Vargas, el tema cuenta con múltiples trasfondos:

“…la cuestión no se reduce a una dicotomía entre monocultivo y conservación de bosques. Eso es parte del problema. Cierto que el monocultivo generalmente conlleva elevados costos ambientales, que, en el fondo, constituyen un enorme subsidio que recibe de la sociedad en su conjunto, puesto que ésta debe apechugar con la destrucción y contaminación provocadas, y con los efectos negativos sobre la salud de personas y animales, pero donde todos esos costos jamás son reconocidos en la contabilidad de las empresas. Pero el problema va más allá de eso, puesto que también hay un sacrificio social y humano, asociado al hecho de que la gente se ve obligada a emplearse precisamente en esa ocupación que les ofrece tan deplorables condiciones, cuando su derecho -y la obligación de la sociedad y del Estado costarricenses- es tener acceso a empleos decentes: bien pagados, estables, en condiciones apropiadas de seguridad e higiene.El desafío está en acertar en nuevas opciones productivas, que realmente respeten la naturaleza…” mencionó Vargas, quien sugiere que tanto el desarrollo del turismo como la innovación en biotecnología podrían abrir nuevas oportunidades de desarrollo sin impactos como los que se atribuyen a los modelos empleados por los monocultivos actualmente.

El economista Federico Rivera, menciona que tanto la producción del café como la piña han atravesado cambios en los últimos años y esto supone nuevas oportunidades de adaptación:

“… la estructura cafetalera ha ido cambiando pero falta un tema de articulación entre el Icafe con el Instituto Costarricense del Turismo para promover el tema del agroturismo y desarrollo rural comunitario. Falta integrar más las zonas, no solo coffe tours sino diversificar más el sector. Se necesita una articulación interinstitucional, se deben de formular programas de conservación con la parte agroturística…” Rivera destaca además que en el caso de la piña, los mercados europeos, que son de los principales compradores de la piña nacional, están demandando piñas de menor impacto ambiental:

“…Europa pide más piña orgánica, es decir sin químicos y por tanto el país debe ir cumpliendo estos estándares. Por ejemplo el Centro Agronómico de Investigación y Enseñanza (CATIE) junto con la UCR, ha ido apoyando a los piñeros para que ellos cambien el sentido de producir piña…” agregó Rivera, quien además enfatizó que el tema de deforestación debe ser subsanado desde una legalidad más robusta y sin vacíos legales. 

Agua, clima y PIB

Costa Rica cuenta con 151 áreas silvestres protegidas representando 13030 km2 del total de territorio terrestre del país, según datos del Sistema Nacional de áreas de Conservación (SINAC). Las áreas silvestres protegidas son el hogar de especies de flora y fauna, sitios de protección de cuerpos de agua y también importantes reguladores del clima y la captación del CO2 de la atmósfera, de acuerdo con información de la bióloga Lara Moriana. 

Desde una perspectiva económica, no son espacios poco o nulamente productivos. Datos extraídos del Informe Anual de Estadísticas del SEMEC elaborado por SINAC, reflejan la importancia turística y la fuente de materias primas que algunas de estas áreas de conservación representan para el país. 

“…Las áreas silvestres protegidas (ASP) estatales de Costa Rica se constituyen en atractivos importantes dentro de la oferta turística del país.  Durante el año 2019, 48 ASP registraron un total de 2 263 231 visitas, de las cuales el 56% (1 266 801) corresponden a no residentes y el 44% a residentes (996 430)…” (SINAC,2020)

El informe también señala las regulaciones existentes para aprovechamiento forestal y de especies que contiene las ASP y suponen por tanto otra fuente de ingreso. Esto denota el factor económico implícito en la conservación de bosques, que el país ha desarrollado y al cual se puede añadir, iniciativas como el pago por servicios ambientales del Fondo de Financiamiento Forestal (FONAFIFO) que permite a propietarios de bosques recibir un subsidio estatal anual por la conservación de los mismos.

En 2021, de acuerdo con información del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el país recibió el 42,8% del total de turistas que recibía previo a la pandemia, porcentage que el ministro de turismo del momento, Gustavo Alvarado, calificó como una “…muestra de que hemos avanzado en una ruta sostenida de reactivación del sector”. El sector turismo aportó en 2019 un 4,8% del Producto Interno Bruto nacional (PIB) y generó en 2021, $1533 millones de dólares en divisas, según reportes del ICT.

Próximas rutas al desarrollo

Los monocultivos han sido una apuesta desde hace décadas, por parte del país para posicionarse en los mercados internacionales, no obstante, estos han implicado diversos problemas ambientales, como los expuestos anteriormente en los casos de plantaciones de piña y café, así como posibles afectaciones a la salud pública y de la fauna, poniendo en riesgo la sostenibilidad y el futuro de derechos como el acceso al agua, o la coherencia con políticas públicas contra el cambio climático.

En contraste, el país ha trabajado desde el siglo anterior en un robusto sistema de áreas de protección de sus recursos naturales, que no solo protegen la biodiversidad sino también han permitido colocar al país como un destino turístico potente y una fuente de ingresos para familias costarricenses a través de programas como pago por servicios ambientales del Fondo Nacional Financiamiento Forestal (FONAFIFO), o la extracción maderera regulada por la ley. 

Dos realidades distintas, chocan ante datos como la intromisión de piñeras y cafetales en bosques protegidos, contaminación de aguas o uso de agroquímicos nocivos a la salud. Contrastes, antagonismos incluso entre una fuente de enriquecimiento económico, fundamental e imprescindible para la subsistencia de todos, y una realidad como el cambio climático que hoy demanda más que nunca, cambios en los modelos de desarrollo y producción.

El caso de Costa Rica, es el caso de muchos otros países, un espejo más de la necesidad de adaptarse a las condiciones del cambio climático. Reflejo de esto es el Plan de Acción Regional para la Adaptación del Cambio Climático 2022-2026, del cual Costa Rica forma parte ¿Hay coherencia entre las intenciones y las prácticas productivas del país? En el tiempo se sabrá la efectividad de tales planes y acuerdos internacionales y nacionales, en pro del ambiente y mejores prácticas productivas, y si realmente se sostienen, remueven o modifican situaciones como las que hoy comunidades costarricenses viven en carne propia, ante los monocultivos y sus consecuencias. 

Las águilas harpías no comen piña, ni anidan en estos cultivos, ni cazan entre plantaciones donde la aplicación de pesticidas podría estar generando mutaciones y cambios en la coloración de pelaje de monos congos de esta misma región.Tampoco beben aguas mezcladas con bromacil, pesticida prohibido por el Poder Ejecutivo de Costa Rica en 2017 y utilizado en cultivos de piña. Las harpías no subsisten entre siembras de café que invadan sus bosques o los de sus especies afines. La opinión pública se estremece con la aparición de una especie casi extinta en el país, pero no remueve con tanto ahínco las causas de esta extinción. La popularidad de la piña nacional o del mejor café del mundo también conllevan una sombra social y ambiental, que se debate en el dilema de producir y conservar, dos acciones que ciertamente, y como lo sugieren algunas de las fuentes acá mencionadas, no tienen porque ser opuestas o competir entre sí, puede tratarse más bien de solo girar las perspectivas del desarrollo y la producción hacia alternativas más sostenibles, que la tecnología cada vez ofrece con mayor apertura, de igual manera no es como si existiera opción para elegirlas, las realidades climáticas y ambientales del momento, fuerzan su inclusión.

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